Todavía hay muchos hermanos nuestros que necesitan ayuda y promoción, desempleados que esperan un trabajo adecuado, pueblos y nacionalidades que aspiran a ser respetados en su identidad, empobrecidos que exigen mejor asistencia médica, educación de calidad o un techo donde cobijarse. La Iglesia promueve un ejercicio de la caridad que pasa por el desarrollo y por la construcción de una sociedad más justa y solidaria, por políticas y legislaciones sociales que favorezcan un auténtico desarrollo integral (DSI, 5).