La doctrina social de la Iglesia reconoce al
trabajo, por su carácter subjetivo o persona, y que a la vez, es superior a
cualquier otro factor de producción. Este principio vale, en particular, con
respeto al capital. (cf D.S.I, 276)
En este
sentido, la Iglesia declara que: “La doctrina social ha abordado las
relaciones entre trabajo y capital destacando la prioridad del primero sobre el
segundo, así como su complementariedad.
El trabajo tiene una prioridad intrínseca con respecto al capital: “Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el ‘capital’, siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental” 277.
El trabajo tiene una prioridad intrínseca con respecto al capital: “Este principio se refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el ‘capital’, siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o la causa instrumental” 277.
En relación a la concepción del trabajo en a la Doctrina Social, se
puede decir con seguridad que el capital es fruto del trabajo y facilita el
trabajo. El hombre, a diferencia de los animales, es capaz de producir
herramientas e instrumentos, que son capital, y se sirve de ellos para reducir
el esfuerzo y mejorar la calidad de lo que produce con su trabajo.
Esto que la persona posea mayor valor que los simples medios de
producción que han sido elaborados por él mismo para lograr un fin, no para que
cobren mayor valor y se antepongan a su dignidad.
De igual forma, la encíclica Laborem Exercens expresa
su punto de vista en este mismo tema de la siguiente manera: “El principio
de la prioridad del «trabajo» frente al «capital». Este principio se
refiere directamente al proceso mismo de producción, respecto al cual el
trabajo es siempre una causa eficiente primaria, mientras el
«capital», siendo el conjunto de los medios de producción, es sólo un instrumento o
la causa instrumental. Este principio es una verdad evidente, que se deduce de
toda la experiencia histórica del hombre”( N° 12)
El capital y el trabajo no son adversarios, sino complementarios,
necesariamente se desarrollan en un proceso productivo en el cual están
involucrados; pero que se debe distinguir la primacía del hombre por ser
productor y creador del capital.
Por tanto, no se debe clasificar o considerar al hombre como un capital
de trabajo; esto es un grave error, que en la actualidad sigue dándose. A raíz
de eso, la Rerrum Nuvarrum sigue teniendo vigencia, pues las injusticias se
siguen dando y la explotación es una realidad en muchas empresas privadas que
ven el trabajo por el trabajo, como el mero hecho de adquirir ganancias e
incrementar su productividad y sus utilidades al final de cada ejercicio.
4. El trabajo título de participación
Para la doctrina social de la Iglesia, la relación entre trabajo y
capital se realiza también mediante la participación de los trabajadores en la
propiedad, en su gestión y en sus frutos.
Implicar a
los trabajadores en el funcionamiento de la empresa o de cualquier lugar de
trabajo, supone un mayor compromiso por parte de estos; y al final se consigue
una mejora en los resultados de ese trabajo que se vuelve armonioso por los
efectos que se obtienen.
Es así,
como la participación se concretiza en involucrar a los empleados en el proceso
de la toma de decisiones. Que ellos sientan que se les valora en los puestos de
trabajos, que son un elemento clave para la productividad.
De igual
forma, el reconocimiento es algo que cualquier empleado busca cuando desempeña
sus funciones. No es solo el rango salarial, es lo que les importa a los
trabajadores, sino que muchas veces buscan más un trabajo que les motive.
Consiguiendo
así una motivación en los empleados que al final se va a traducir en una mayor
productividad para la empresa, y su realización como persona será mejor
emocionalmente como también su crecimiento profesional, sea cual sea su
trabajo.
Por tanto
la gestión participativa supone la satisfacción por un lado de las necesidades
de autorrealización de los trabajadores, y por otro la necesidad de solucionar
los problemas que surgen en la empresa.
Formar
parte de una empresa o de un grupo de trabajo cualquiera, no solo implica ir a
la oficina cada día, sino que implica ser uno más de ese grupo; y esto es algo
que los patronos deben tener en cuenta.
Seguir una
estrategia en la que se promueva la participación de los empleados consiste en
la intervención activa de los trabajadores a la hora de identificar, analizar
ayudará a solucionar problemas, y sobre todo, a sentirse realizados en ese
lugar de trabajo.
En la encíclica Gaudium et Spes considera que: “En las empresas económicas son personas las que se
asocian, es decir, hombres libres y autónomos, creados a imagen de Dios. Por
ello, teniendo en cuanta las funciones de cada uno, propietarios,
administradores, técnicos, trabajadores, y quedando a salvo la unidad necesaria
en la dirección, se ha de promover la activa participación de todos en la
gestión de la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto” (N°
68)
De esto se comprende que el trabajo debe lograr que las personas
encuentren un cierto nivel de igualdad, cuando menos la posibilidad de compartir
las riquezas que nos corresponden a todos, como herederos de la tierra y de lo
que hay sobre ella, esta característica del ser humano, lo hace semejante a
Dios en su condición de hijo.
Por tanto, toda organización, empresa, cualquier lugar donde se genera
un trabajo, debe implementar la participación activa del empleado como un ser
humano pensante, con capacidad para lograr grandes éxitos en su trabajo y sobre
todo, permitiendo que éste se sienta parte importante de ese trabajo.